lunes, 18 de junio de 2007

SOLUCIONES CONTRA LA MALA NUTRICIÓN INFANTIL


Una buena estrategia contra la obesidad debe dar importancia tanto al menú como a la educación y al ejercicio
La obesidad ya es un problema de salud pública en los países ricos donde la dieta ha cambiado, las nuevas generaciones no saben cocinar y el estilo de vida sedentario no contribuye a quemar grasas. Con todo, la obesidad infantil es lo que más preocupa. En Estados Unidos, por ejemplo, hay 9 millones de niños con sobrepeso. Los gobiernos de este y otros países se han puesto manos a la obra, con el punto de mira en los comedores escolares. Algunas soluciones han tenido éxito.
Cuando por el motivo que sea –recorte presupuestario, especialmente- baja la calidad de la comida en los colegios, se reducen el número de estudiantes que comen allí. Si no se llega al mínimo necesario, la media por comensal sale más cara y hay que seguir recortando costes, pero en cocina no se puede recortar mucho más allá de los ingredientes. No parece fácil recuperar la clientela.
Según la empresa de catering Compass, el menú individual en un colegio británico de primaria cuesta entre 1,77 y 1,91 euros distribuidos así: 1,03 euros de costes laborales y administrativos, 7 céntimos de equipamiento y 11 céntimos de beneficios, de manera que los ingredientes salen por 59 céntimos. En una prisión, en cambio, se gastan 88 céntimos en los ingredientes y en un hospital 1,32 euros.
Los colegios tienen aún una opción para recuperar a la clientela sírvanse patatas fritas, pizzas y carne turca. Esto trae consigo problemas de nutrición y obesidad infntil. De ahí que el gobierno se haya preocupado de regular qué se debe comer y qué no en los colegios. Sin embargo, no es fácil servir un menú sano y equilibrado por 60 céntimos. De hecho para algunas grandes empresas de catering los comedores escolares han dejado de ser un mercado atractivo.
El gobierno laborista ha optado por destinar más dinero a mejorar las comidas escolares. Desde marzo, se exige a los colegios que gaten 73 céntimos por cada comida de alumnos de primaria y 88 céntimos por cada comida de alumno de secundaria. Además, el Ministerios de Educación exigirá a partir de septiembre unas especificaciones mínimas en cuanto al nivel de grasa, glucosa y sal en la comida escolar.
Sin embargo, las comidas del colegio son solo el 15% de lo que come un niño al cabo del año. Es decir, no son la clave de la nutrición infantil. Neil Porter, de la Local Authority caterers’ Association, dice que los niños viven la cultura de la comida precocinada y que hay “al menos dos generaciones de padres que no saben cocinar y no están familiarizados con ciertos alimentos. Una gran mayoría de chavales no comerá en el colegio lo que no come fuera” (The Economist, 4-12-2004). En el mismo sentido, John Dunford, Secretario General de la Secondary Heads’ Assoiation, ve con escepticismo las especificaciones del Gobierno porque “parten de la teoría de que la mayoría de los estudiantes comen alimentos sanos y de mejor calidad en sus casas. Pero aunque los colegios lleguen a ofrecer comidas sanas, no se puede forzar a los alumnos a comérselas”.
Estados Unidos: enseñar qué comer
Según datos federales, en Estados Unidos hay 9 millones de niños con sobrepeso. La imaginación se ha disparado para solucionar el problema. En algunos colegios se han prohibido las máquinas expendedoras de bebidas de más de 33 cl o comida con alto contenido en azúcares o grasas.
Otros han optado por dar clases de nutrición san a niños de 8 a 10 años, donde se les explica que no hay alimentos prohibidos pero que conviene distinguir entre alimentos para comer “todos los días”, “algunas veces a la semana” o en “alguna ocasión”. Así, se les enseña que el desayuno es importante para desarrollar bien las actividades de la jornada pero que, por ejemplo, es preferible desayunar a diario cereales integrales no azucarados; galletas o crepes los fines de semana; y dejar los cereales azucarados, croissants o buñuelos para los días de fiesta.
Tres años después, el Nacional Herat, Luna and Blood Institute realizó un estudio con 595 niños que asistieron a esas clases. Es el mayor estudio sobre el impacto de la educación alimentaria en niños y los resultados han sido satisfactorios. Al cabo de ese tiempo, los niños comían a diario muchos alimentos aconsejados para “todos los días” – excepto la fruta- que los niños que no asistieron a las clases, y redujeron el consumo de alimentos aconsejados para “alguna ocasión”, excepto l pizza. Los investigadores concluyen que la educación alimentaria crea hábitos sanos que permanecen.
En vista de los resultados, el Instituto a va a lanzar la campaña “We Can!”, cuyo objetivo es multiplicar estos cursos en todo el país y promover el ejercicio físico entre niños de 8 a 13 años (más información y consejos para padres en http//:wecan.nhlbi.nih.gov)

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